No es la primera vez que refiero el caso. Es más, espero que no sea la última.
Si la Navidad
es, fuera o fuese, algo más que hipocresía, la renovación de intenciones, de buenos propósitos, debería ser auténtica. De ahí, mi obligación moral de exponer a la opinión pública, lo ocurrido en Ceuta, allá por el año 2008, precisamente, por estas fechas navideñas.
Ustedes, seguramente, sean personas pertenecientes al club selecto de los afortunados, y su plus de residencia, inherente al amor por Ceuta, les evite verse en la necesidad de acudir a los Servicios Sociales.
Pero, ese hombre, ese desconocido, no era socio, ni tan siquiera de honor, de los privilegiados. No obstante, y pese a su condición de necesitado extremo, aquella mañana estaba más contento de lo habitual en él. Estaba lleno de júbilo dado que era portador de dos vales facilitados por Servicios Sociales.
No se trataba, maldita sea, de un décimo agraciado con el gordo, o el flaco. Daba casi igual. La alegría era manifiesta en el rostro de ese ceutí. Los dos vales: uno para la alimentación, el otro, para artículos de perfumería, lejía, etcétera, eran suficientes motivos para que aquel hombre saludara con un sonoro buenos días, a cuantas personas nos encontrábamos, en ese momento, en un supermercado del centro de Ceuta, donde le provocarían asomar el color rojo en su cara de sorprendido.
El vale correspondiente al apartado de alimentación, detalla los artículos y su correspondiente precio. Otro tanto ocurre, con el de productos de lejía y demás. Ambos vales, indican, asimismo, el lugar en el cual se deben efectuar las compras.
Al llegar hasta la cajera, aquel hombre, entre las cosas que había cogido de las estanterías del supermercado, depósito una botella de sidra. Al ver la botella, la cajera se dirigió hacia el hombre y se produjo la siguiente conversación:
-Cajera.- ¿Dónde va usted con una botella de sidra?
-Desconocido.- Verá de mi listado he eliminado un artículo, y por el mismo precio, he decidido coger una botella de sidra.
-Cajera.- De eso nada. Si todo el mundo hace como usted, pues…
– Desconocido.- Estamos en Navidad y…
-Cajera.- Ni Navidad ni nada. No se puede cambiar ningún artículo. Se tiene que limitar a llevarse los productos reflejados en la lista.
Aquel hombre, ese desconocido, no pudo brindar en el 2008, en Ceuta, por Navidad. El control sobre el pobre, funcionó.
Ni personal, ni profesionalmente, creo que ese exceso de celo de la cajera viniera impuesto por los trabajadores (as) de los Servicios Sociales.
Soy de la opinión que más bien la actitud de la cajera se debiera a un comportamiento aislado. Es el ambiente que algunas personas, de mala voluntad, aplican con los humildes. Se les trata con mano dura, cuando necesitan comprensión y cariño.
Los humildes no son quienes han saqueado los fondos públicos.
El control de los más necesitados, es el descontrol de políticos, ex vicario, sindicatos, bancos, cajas, sociedades y empresas privadas, a las sombras de los ayuntamientos, y demás organismos susceptibles de meter la mano, mejor escrito, las manos.
Los humildes no son quienes presumen de ganar con este o aquel alcalde más dinero que con nadie y, luego, para detalles de Roberto Carlos, emulan a cierto experto local de grabaciones, en compañía de sus amigos ricos y abogado. Y el pueblo se hace verdad, antes del milagro de la Navidad.
Canta Jorge Cafrune: “No es vergüenza ser pobre. Más es vergüenza ser ladrón”.
Resulta tan difícil ser pobre en Ceuta, observando el ritmo de vida de tantos venidos a nuevos ricos serios que no son controlados…
Ni por Navidad.